En Valdemoro hay una rareza encantadora: un restaurante con una estrella Michelín, situado en una calle normal, rodeado de negocios de barrio y donde menos te lo esperas. Pero también es una rareza porque mantiene la estrella con el tipo de menú de los michelines de hace 20 años, producto clásico y platos clásicos; no hay fusión y no hay (gracias a dios) ni rastro de cocina oriental.
Además, puedes comer allí por menos de 60€. Un lujo al alcance de mucha gente y una buena manera de acercarte a este tipo de locales y menús. La opción de cabecera es el menú Tajo, de 120€, pero para cenar existe el menú Especial Noches. Cuesta solo 49€ y es un ejemplo de menú degustación de manual.
Como mandan los cánones, empieza ofreciéndote algo para beber de aperitivo y empiezan los primeros pases: una morteruelo de perdiz para rebañar con pan, piparras en tempura y una croqueta.
Tras los aperitivos una degustación de panes y aceites. Masa madre, pan de tomate y de amapola para catar tres aceites de la comunidad de Madrid muy desiguales: Fanum, flojo y de gusto ácido. Capricho y Changlot Real, ecológicos, más compensados pero poco destacables.
Continuamos con los entrantes, dos preparaciones originales y buena elaboración. Un yogurt de morcilla y una flor de alcachofa en tempura con aroma de tomillo y rellena de bacalao. De los mejores platos del día.
De ahí pasamos a los principales. Aquí son platos que a veces da gusto comer, no porque tenga algo especial, no. Solo porque son reales, puro sabor sin artificios. De pescado un lomo de merluza al pilpil y para la carne un trozo de solomillo con tres mostazas. Sin más. Deliciosos.
Entremedias el plato estrella de la noche: canelón de socarrat de arroz a banda con viera y alioli.
Para los postres una panacota con crema de mango y los petit fours que consistían en una gominola de frambuesa y un pequeño financier (pastel de almendra molida) muy bueno de sabor pero bastante pesado para ser tan diminuto.
El local es del más puro estilo michelín: elegancia modernizada, mesas redondas con mantel de hilo, pocos adornos y servicio joven. Y en el punto del servicio es donde se le puede poner el único pero a la cena. Demasiado despiste. Tienes una opción de maridaje por 19 euros pero no nos la ofrecieron. De hecho ni nos ofrecieron la carta de vino. Como tampoco café al traer los petir four. Daba un poco la sensación de desamparo y de tener que estar parando a los camareros para pedirles cosas. Algo extraño en estos restaurantes donde todo suele estar medido al milímetro.
Aún así la experiencia es recomendable para cualquiera que quiera una primera experiencia de este tipo. Los pases están muy equilibrados, el local acompaña y el precio es top. Con unos vinos y refrescos no llegó a 60€ por persona. Ideal para degustar la carta de cocina madrileña del Chef Iván Muños y un precio difícil de encontrar últimamente.
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