Hemos hecho una ruta en caravana. Si. En caravana. Nada de hoteles, camas cómodas y duchas de verdad. Los que nos conocen han flipado y nosotros también. La experiencia tiene sus pros y sus contras, pequeños espacios y cierto nervio sobre dónde dormir cuando eres novato. Pero también tiene la cosa bonita de organizarte el viaje a tu gusto y si tienes poca experiencia con la caravana Francia es el mejor país para soltarse porque está preparadísimo y se puede pasar la noche casi en cualquier lado. La ruta la hicimos por la Bretaña francesa, empezando y acabando en Nantes. Visitando ciudades preciosas y el gran objetivo del viaje: Mont Sant Michel
1ª parada Rennes quizá la etapa más sosa de la ruta, la ciudad medio cerrada y muerta un lunes y con pocas opciones para comer. Encontramos un sitio de menú; allí no son como aquí, se come más temprano, sobre las 12:30 o la 1, y suele ser un plato único con guarnición. Y eso comimos, en un coqueto local de la ciudad que merece la pena por lo "francés" que es: Le Tire Bouchon, comimos una merluza y un cerdo que estaban para morir pero estos platos así, a un español, se le suelen quedar cortos.
Curiosidad: los franceses son muy de lo suyo y de los productos de su tierra. Por eso, no te extrañe que aquí en algunos sitios no encuentres Coca-Cola y que la bebida que te ofrezcan sea Breitz-Cola
2ª parada Mont Sant-Michel: aquí hicimos noche en el camping del propio porque queríamos verlo bien. Es uno de los monumentos más impactantes que se pueden ver, una silueta reconocible e imponente. El acceso en coche no está permitido, se accede con un bus lanzadera gratuito desde la zona de parking y que además tiene paradas intermedias en la zona turística con varios hoteles y restaurantes. Elegimos uno de ellos para cenar La Salicorne (ex: La Rôtisserie) quizá mala elección porque los autobuses acababan tarde y quizá podríamos haber buscado algo en el propio Sant-Michel. La Salicorne no está mal, es un local de tipo funcional y de carta variada, pero no tiene nada reseñable.
4ª parada: Dinan. Aparcamos junto al acueducto y subimos a ver el pueblo. Uno de los más bonito que vimos, con sus casas de vigas de madera, calles adoquinadas. Es transportarse a la edad media. Tras la visitas fuimos a dormir a un camping, Village Nature d'Or, al lado de Saint Brienc. Acaba de abrir y estábamos solos dentro de una cala donde no había nadie. La caravana, nos parece una lotería a la hora de parar a dormir y aquí nos tocó el gordo y fue genial dormir con esas vistas.
7ª parada: Pont-Aven, donde fuimos con el objetivo de hacer noche y ver una ciudad distinta. De paisajes naturales y un rio que recorrer, entre sus puentes y paseos. Cuando llegamos, nos pasó como el primer día, todo cerrado. Solo encontramos un Michelín, pero comer de este palo en Francia se nos antojaba excesivo por lo que continuamos buscando bajo la lluvia hasta descubrir Le Moulin du Grand Poulguin. En teoría una pizzería pero que tenían de todo, además de un buen servicio y una gran ubicación junto al rio con ventanas sus rápidos. Salimos un poco del menú habitual y pudimos degustar unos caracoles 9,9€ y unos mejillones al vapor con patatas 12,9€. Completamos la cena con una pizza, un par de sopas, bebida y postre para todos y la cuenta fue de 20€/PAX.
8ª parada: Carnac donde se encuentra uno de los yacimientos de menhines y alineamientos de casi 3000 monolitos. Como llovía lo vimos en un tren que sale desde el centro de visitantes y te lleva por las grandes zonas de alineamientos
9ª parada: Vannes otro lugar que te transporta a una ciudad medieval, con sus casas de madera, la catedral, murlla y el castillo L'Hermine. Tras el paseo encontramos una crepería, La Diligence, rustica y tradicional donde comimos como en casa un plato de "assiette de cochonnailles" (embutido de cerdo) y, como no, unas galettes.
Nantes: fin del viaje. Metimos la caravana el camping de Nantes y pasamos un par de días visitando la ciudad de Julio Verne. Recorriendo el centro, lleno de locales y restaurantes y un ambiente tremendo. No parecía Francia. Visitamos la isla de las máquinas, una parada imprescindible si vas con niños donde hay un taller donde crean máquinas con movimiento. La ciudad es pequeña pero es agradable de pasear y tiene rincones muy bonitos que no te perderás ya que hay una línea verde pintada en la ciudad que si la sigues te lleva a todos los sitios turísticos.
En Nantes hay infinidad de sitios para ir a tomar algo. Es una ciudad muy bulliciosa, no parece francesa de lo animada que está. Mucha gente joven en los innumerables locales del centro tomando un vino y una variedad muy grande de restaurantes. Paramos a cenar en La Cabane al que entramos solo porque había pato en la carta y, sin querer, descubrimos un encantador restaurante y muy bien atendido. Los niños tenían menú enfant por 10€ y nosotros tomamos un confit (19,9€) espectacular con un eclair de postre que tampoco estaba nada mal. Aquí pagamos 20€/PAX. La tónica del viaje fueron esos precios: 20 euros en restaurantes y 15€ en las creperías.
La última parada gastronómica fue La Cantine Du Curé, una crepería para despedirnos de las galettes y de la sidra. Un sitio tremendamente barato donde una galette no llega a los 7 euros y la cuenta para cuatro personas, con dos menús infantiles, dos galettes, postre y un pichet de sidra no llegó a 48€
No se si repetiremos el viajar en caravana pero si que es cierto que hacer una ruta como esta solo se puede hacer con ella y que en Francia es realmente fácil. Si te animas este es el mejor país para quitarse el miedo, las ciudades son preciosas y la comida no es cara. ¿A qué esperas?
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