El Ermitaño de Benavente

El Ermitaño es uno de esos restaurantes que llaman la atención. Por ser un Estrella Michelín desde hace casi 20 años en una casa señorial en las afueras de Benavente (Zamora) y por estar regentado por dos hermanos que en 2.001, un año después de que un incendio casi acabara con el lugar, lograron el ansiado galardón. Esos dos hermanos, Oscar Manuel y Pedro Mario, se incorporaron a la cocina de un merendero familiar y le dieron una vuelta. Una vuelta que sin embargo tiene una fuerte influencia castellana: manitas, cecina o lechazo son sus mayores señas de identidad.

La carta del Ermitaño tiene un planteamiento peculiar porque en realidad son dos: una de Cocina de siempre, con los platos más reconocibles de los chef y otra de Temporada. Además está la opción de menús pero que aquí no vienen prefijados por los gustos de los cocineros sino que tienes cuatro opciones donde tú te lo montas a tu gusto. Van desde los 45€ del menú corto (el de Raúl) que ofrece aperitivo, entrada fría, entrada caliente, carne y postre hasta el más largo (el de Marta) que por 70 euros tiene aperitivo, entrada fría, entrada caliente, pescado, carne, ante-postre y postre. Tiene una tercera carta, la infantil que le dan a los niños al llegar. Pero además puedes preparte un menú a tu gusto total, eligiendo los platos para que te los sirvan en medias raciones con un poco más de cantidad y un sobrecoste de 3€por plato.

Aturullados entre tanta oferta decidimos montarnos nuestro propio menú con las opciones de ambas cartas y que los niños pidieran lo que quisieran de la suya. Y empezamos:
- El aperitivo de crema de queso con tomate

- Arroz de pueblo. Un plato sencillo, arroz del tipo a la zamorana y que sin más es capaz de asombrar.

- Huevo con angula de campo y setas: el plato del día, ese plato que hace que la comida haya merecido la pena. Las ángulas de campo eras finas tiras de bacon que hacían de la sencillez un plato delicioso.

- Golondro asado con caldo de cefalópodos, arroz veneré en su tinta, trompeta negra y ali-oli. Rebuscado nombre para un plato de pescado realizado con un pez de roca también conocido como Lucerna. El preparado del pescado pega muy bien con el arroz y como plato es diferente.

- Rabo de ternera. El plato donde más naufragamos, muy fuerte e intenso, a nuestro gusto incluso salado. Se lo comentamos al propio Pedro Mario quién nos comentó que era por las reducciones pero al final el plato acababa cargando un poco. Casi lo mejor era la patata revolcona que con la cebolla tomaba un toque fresco.

- Para los niños unas croquetas (eso nos pasa por dejarles elegir) y unos escalopines de solomillo de ternera lechal en su jugo. de una excelente calidad pero un poco aceitosos.

- Para el postre te traen una carta aparte de postres dulces, aunque también hay una solo de quesos. Con varias opciones a compartir y de precios elevados, donde nos decantamos por un chocolate con pistachos. Un postre de 10  a un precio de 12... de 12€ cada postre, algo caro.

El precio tiene el ticket medio un poco subido. La opción de partir platos la aporta un sobrecoste de 3€ a cada plato, incluido los de los niños. Y la cuenta final, bebiendo solo un par de vinos de la zona, fue de 180€

El resumen de la experiencia fue bueno. Como siempre suele pasarnos, la calidad de los locales con una estrella tiende a ser mejor en provincias que en Madrid o Barcelona. El servicio es inmejorable, es cercano pero atento, profesional y no tienden al colegueo forzado de los sitios modernillos. El entorno es inmejorable, un edificio precioso, separado en grandes salones diferenciados con una buena separación de las mesas. Además tienden a colocar a todos los comensales con niños en el mismo salón por lo que te sientes más cómodo cuando vas un par de enanos.

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