domingo, 8 de octubre de 2017

Habitual Ricard Camarena

De unos años a esta parte existe una tendencia entre los grandes chefs: los segundos. Abrir un segundo restaurante, una marca low-cost donde, dicen, que ellos hacen más negocio y donde nosotros podemos probar su gastronomía sin dejarnos un riñón ni media vida en una lista de espera de meses. Uno de los primeros fue Paco Roncero y su Estado Puro, le siguieron Arola y su Vi-cool o Dabiz Muñoz y su famosísimo Street-Xo.

En esta ocasión visitamos Habitual, del valenciano Ricard Camarena. Este Chef es un verdadero especialista en segundas marcas. Empezó con Canalla Bistró y Central Bar, ambos en Valencia, para después abrir un Canalla en México, otro en Madrid y este Habitual, un local de comida "confortable" que para Ricard significa sabores mediterráneos reconocibles.

Situado en el Mercado de Colón, un lugar centenario que ha recuperado su esplendor tras una reciente reforma, es un buen sitio para poder probar la cocina del más famoso cocinero de Valencia. Su cocina más mediterránea es la que se descubre en la carta, con platos reconocibles e intensos, quizá demasiado. En nuestra elección todos los platos fueron bastante untuosos, con exceso de salsas y sabores.Con un servicio agradable pero muy muy joven, se empeñaron en ofrecernos platos infantiles (canelones infantiles o pollo frito) para los niños; cuando les convencimos de que los niños comerían lo mismo que los mayores hicimos nuestro pedido:

Bomba de Sepia: por pedir algo distinto elegimos esta bomba de patata rellena de sepia que resultó ser un plato recargado, con buen inicio pero que acaba cansando por la salsa que aderezaba la sepia. Pensábamos que sería un platazo pero no llegó a asombrarnos.

Clóchinas a la bullabesa: además de platos innovadores queríamos probar algunos clásicos como la ensaladilla o sus famosos clóchinas (para la gente de fuera de Valencia, la clóchina es un mejillón de batea, mucho más pequeño y sabroso). Tampoco nos gustó, el exceso de sabores no lo daba la bullabesa sino el añadirle parmesano que, además de no estar indicado en la carta, daba un toque graso al mejillón, además de matar el sabor.

Ensaladilla Ricard, quizá la mejor elección del día, por su frescura y sabor. De pimiento y patata rallada un acierto seguro.

Canelones caseros de pollo l'ast: algo tan sencillo y que nos parecía ideal para niños tampoco despertó nuestras mejores sensaciones. El fallo, el mismo que en toda la comida, el exceso. Mucha bechamel, muchos sabores, queso dentro del canelón.

Parpatana de atún, cebolla asada y jugo de tamarindo: un guiso de atún hecho con la parte de inferior de la boca lo que hace la pieza algo gelatinosa.

Aunque los platos estaban bien salimos de allí con una sensación indefinida ¿nos había gustado? ¿qué nos había parecido? no terminábamos de tenerlo claro. Es evidente que los restaurantes B no sirven para conocer toda la esencia de un cocinero y lo que descubrimos en Habitual fueron buenas preparaciones pero poca frescura.

Lo mejor llegó con el postre, un bizcocho XXL de chocolate con el que terminamos la comida de la mejor manera, aunque no se aprecia en la foto el tamaño era gigantesco. La comanda, con agua, dos Coca-Colas y una café fueron 90 euros

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