Tras nuestra visita a Casa Marcial, teníamos gana de visitar este nuevo proyecto de Nacho Manzano, así que, aprovechando una visita a Oviedo hace unas semanas, fuimos a comer al Restaurante Gloria. Situado en la calle Cervantes, zona de la ciudad más conocida por el precio de sus pisos que por su tradición gastronómica, Nacho Manzano decidió ahí abrir el restaurante que podríamos definir como de "sus orígenes", según él mismo dice, tomando como base las recetas de su abuela.
Local de decoración rústica, muy cuidada y acogedora y sevicio muy bueno. Tomamos algo en la barra antes de sentarnos y nos invitaron. Todo un detalle. Además, nos asesoraron muy bien a la hora de la cantidad de comida a pedir. Íbamos con ganas de probar cuanto más mejor, así que estábamos dispuestos a dejarnos "engañar" por las medias raciones (qué gran idea para poder degustar), pero nos pararon los pies y nos recomendaron no pedir más.
La carta la definiríamos como comida tradicional asturiana, en ocasiones con un ligero toque de diferenciación. Nosotros pedimos:
- Preñadinos con muchísima sorpresa: decian que era especial, relleno de huevo. Aunque apenas se notaba, estaba calentín y muy rico... la "sorpresa" sería lo de menos.
- Croquetas: No pueden faltar en una mesa de este cocinero. No en vano, es reconocido como especialista en ellas y no defraudaron. De presentación, parecen regulares, pero probablemente, sean las más cremosas que hayamos comidos nunca.
- Media ración de cebolletas 1/2: Originales, pero ricas, sin más
- Media ración de ensaladilla: Estaba muy suave, para nada pesada.
- Arroz con pitu: no había medias raciones. Estaba bien pero no era el mejor del mundo
- Media ración de fabada: Se supone que era media ración, pero venía en una cazuela generosa, y nos dio para compartir. Estaba riquísima
- Media ración de rollo de bonito: Tampoco fue el mejor de los probados, pero es que mi madre tiene el listón muy alto ;)
- Cachopo: un purista, de los que esperan el filetón sobresaliendo del plato, les mataría, porque era de carne picada y quesos asturianos (de Pria) pero genial.
- Torto como pan
- Y de postre, estábamos hasta arriba, pero no podíamos dejar de probar la tarta de leche, cacao, avellanas. Ninguno queríamos pero el camarero nos animó a traer una cuchara para cada uno... y ¡no quedó ni una miga!
Cabe destacar, en su carta de vinos, la posibilidad de degustar, aparte de de sidra tradicional, copas de sidra asturiana elaboradas con diferentes métodos. Quisimos probar la sidra brut con toma de carbónico por el método champanoise (fermentada en botella) y otra con método granvás (fermentada en depósito).
En resumen, salimos encantados y creo que volveremos. La calidad de la comida es excelente y además de su carta, ofrecen opción menú, generosa No en vano, el local estaba lleno, lo que le augura un buen futuro.
Al final, todo, añadiendo un tinto, un par de cañas y dos aguas, salimos por 120 € para 4 adultos y un niño... y rodando!
Local de decoración rústica, muy cuidada y acogedora y sevicio muy bueno. Tomamos algo en la barra antes de sentarnos y nos invitaron. Todo un detalle. Además, nos asesoraron muy bien a la hora de la cantidad de comida a pedir. Íbamos con ganas de probar cuanto más mejor, así que estábamos dispuestos a dejarnos "engañar" por las medias raciones (qué gran idea para poder degustar), pero nos pararon los pies y nos recomendaron no pedir más.
La carta la definiríamos como comida tradicional asturiana, en ocasiones con un ligero toque de diferenciación. Nosotros pedimos:
- Preñadinos con muchísima sorpresa: decian que era especial, relleno de huevo. Aunque apenas se notaba, estaba calentín y muy rico... la "sorpresa" sería lo de menos.
- Croquetas: No pueden faltar en una mesa de este cocinero. No en vano, es reconocido como especialista en ellas y no defraudaron. De presentación, parecen regulares, pero probablemente, sean las más cremosas que hayamos comidos nunca.
- Media ración de cebolletas 1/2: Originales, pero ricas, sin más
- Media ración de ensaladilla: Estaba muy suave, para nada pesada.
- Arroz con pitu: no había medias raciones. Estaba bien pero no era el mejor del mundo
- Media ración de fabada: Se supone que era media ración, pero venía en una cazuela generosa, y nos dio para compartir. Estaba riquísima
- Media ración de rollo de bonito: Tampoco fue el mejor de los probados, pero es que mi madre tiene el listón muy alto ;)
- Cachopo: un purista, de los que esperan el filetón sobresaliendo del plato, les mataría, porque era de carne picada y quesos asturianos (de Pria) pero genial.
- Torto como pan
- Y de postre, estábamos hasta arriba, pero no podíamos dejar de probar la tarta de leche, cacao, avellanas. Ninguno queríamos pero el camarero nos animó a traer una cuchara para cada uno... y ¡no quedó ni una miga!
Cabe destacar, en su carta de vinos, la posibilidad de degustar, aparte de de sidra tradicional, copas de sidra asturiana elaboradas con diferentes métodos. Quisimos probar la sidra brut con toma de carbónico por el método champanoise (fermentada en botella) y otra con método granvás (fermentada en depósito).
En resumen, salimos encantados y creo que volveremos. La calidad de la comida es excelente y además de su carta, ofrecen opción menú, generosa No en vano, el local estaba lleno, lo que le augura un buen futuro.
Al final, todo, añadiendo un tinto, un par de cañas y dos aguas, salimos por 120 € para 4 adultos y un niño... y rodando!
Un menú degustación diferente pero con la esencia asturiana en el corazón. La idea de compartir los platos genera una energía de simpatía entre los comensales que hace que la comida sea más agradable. Tomo nota de Gloria.
ResponderEliminarCasi tres años después, hemos vuelto y lo seguimos recomendando.
ResponderEliminarUn entrante de bonito marinado con vinagreta de verduras, helado de tomate y su caramelo. Sencillamente espectacular, nos puso todos los jugos gástricos en disposición de disfrutar del resto.
A continuación, repetimos croquetas que mantienen sabor, calidad y textura incomparables.
Dos tapas de alcachofas fritas con las que hubo discrepancia. A mi me encantaron.
Otra media ración de sardinas a la brasa con ensalada de algas hicieron que siguiéramos disfrutando de lo lindo, a pesar de tener que pelearnos con alguna inevitable espina.
Para acabar, cabracho frito crujiente para comer con los dedos. A pesar de lo difícil que parece servirlo, nos hicimos muy bien con él y tenía un punto fantástico.
Nos atrevimos con postre y pedimos ensalada de frutas con licuado de hierbas frescas y helado. Yo me decanté por torrija con helado; muy rica, requemada con azúcar.
A partir de este momento y como observamos siempre en los establecimientos de Nacho Manzano, te haces invisible y los cafés no llegaban nunca. Lo arreglaron muy bien invitándonos a ellos.
Con una botella de agua y dos copas de Albariño, la cuenta subió a 64,25€, manteniendo muy buena relación calidad/precio y un servicio más que aceptable a pesar del abandono final.
Mantienen la posibilidad de compartir todos los platos y te recomiendan al conveniencia de pedir tapa, media ración o ración entera en función de la comanda y número de comensales.