viernes, 27 de diciembre de 2019

La Tasquería: reinterpretar la casquería

Si hace unos años me dicen que un restaurante especializado en casquería iba a triunfar en Madrid hubiese dudado si creerlo. Si además me dicen que ese restaurante iba a conseguir una Estrella Michelín directamente hubiera pensado que me querían tomar el pelo. Pero si, a veces la guía te sorprende, se sale de su monótona rutina de cocina moderna, fusión o sushi, y premia a locales tan impactantes como La Tasquería. El mérito se debe al Chef Javi Estevez, que fue concursarnte de la primera edición de Top Chef y que ha sabido llevar la casquería a otro nivel, algo más fino y que la hace asequible a cualquier paladar.

La carta está diseñada para compartir, separada por apartados: Ternera, cerdo, cordero, varios, etc. cada plato viene descrito por tres productos de los que el primero es el principal. Con cuatro o cinco platos da para comer dos personas lo que hace la propuesta bastante económica. También tiene menús degustación, corto por 50€ y otro largo por 75€, aunque al contrario de otros estrellas no intentan encasquetártelos.

También tienen los #FueraDeCarta, no dudes en preguntar por ellos por que uno es su plato más icónico, la cabeza de cerdo. Pero empecemos por el principio, el aperitivo es un embutido de lengua de ternera.

El primer plato fue poco casquero la verdad, fue un tarro de ensaladilla con atún y huevo. Con una mahonesa tan fina que la convierten en una de las mejores ensaladillas que hemos comido nunca; aunque también ayudaban las cortezas sobre las que se extiende para comerla.

El siguiente plato fueron las mollejas y aquí es donde se nota el concepto de csquería fina. Estaban tan bien preparadas con las gambas y el ajillo que su sabor no era para nada fuerte.

Continuamos con la famosa cabeza de cerdo. El plato más representativo del local y que no te puedes perder. Se trata de una cabeza entera de cerdo, confitada durante una noche y frita. Es como un torrezno gigante y lleva a otro nivel el dicho de que del cerdo se come todo. Se empieza por las orejas y luego vas rascando hasta terminártelo. Quizá lo que no merece la pena es la lengua, un poco dura y con poco sabor, pero del resto lo mejor es comérselo todo, las partes blandas, la piel crujiente. Espectacular.

Terminamos con una fideua de callos de bacalao y mejillones que fue el peor plato. Este si que tenía demasiada fuerza. El callo dejaba un sabor demasiado intenso que hacía terminar la comida con cierta pesadez.

De postre un Milhoja con crema de pistacho y helado de yuzu.

El local es totalmente informal, así como el servicio. El tipo de carta, para compartir y con platos que no suben de los 15 euros, hacen que la opción de visitar La Tasquería sea económica. Y lo más importante: es para todos los públicos, hay platos de todo tipo, no solo casquería por lo que si esto te echa para atrás no lo dudes y visítalo!

lunes, 23 de diciembre de 2019

Los pueblos más bonitos de Salamanca I: La Alberca y Ciudad Rodrigo

Dentro de la lista de los 500 pueblos más bonitos del mundo se encuentran cuatro localidades salmantinas: La Alberca, Ciudad Rodrigo, Mogarraz y Candelario. Y en una escapada reciente hemos hecho unas visitas gastronómicas a los dos primeros.

LA ALBERCA
Situada en la Sierra de Francia está La Alberca, su nombre viene de lugar de aguas y es que este pueblo es una preciosa villa, antigua; declarada Conjunto Histórico-Artístico por sus casas del XVIII y XIX, sus callejuelas adaptadas para la caída del agua por ella y las vistas a la Sierra de Francia. En su Plaza Mayor se encuentran la mayor parte de bares y restaurantes, bares para tomar algo, donde tapear al modo de tapa de pago tipo croquetas, guisos, etc.

En la plaza se encuentran varios bares de tapeo y, aunque el pueblo es turístico, en muchos de ellos se ven a muchos autóctonos síntoma del ambiente que tiene. La Alberca tiene varios restaurantes pero el más famoso y uno de los que tiene una carta más de estilo "serrano"es El Castillo. Un local en plena Plaza Mayor, en cuya carta sobresalen los asados.

Empezamos con unas patatas meneas, plato tradicional de la zona, con torreznos y guindillas nos resultaron un poco sosas.

También pedimos una cazuela de judías de La Alberca con productos de cerdo ibérico; este plato tampoco nos pareció que tenía un sabor explosivo la verdad, estaba muy bueno pero su sabor era parecido a lo que fuera de Asturias llaman fabada.Unas simples alubias, ricas, pero sin intensidad.

De segundo un entrecot de morucha, una carne de una raza típica de la zona, un poco más dura que la ternera habitual.

El último plato un tostón cuchufrito que tenía buena textura y un sabor correcto pero al que le sobraba aceite.

Finalizamos con una degustación de postres que traída mouse de turrón, tarta de queso, helado con chocolate, fresa con arándanos, tartaleta que era como una tarta gelatina de frutos rojos y tarta de chocolate blanco. El plato era irregular, partes muy buenas, como la mouse de turrón (el turrón es típico en la villa).

La cuenta, con un par de vinos, agua y un café se quedó en 73€.

CIUDAD RODRIGO:
Declarada Conjunto Histórico-Artístico, la ciudad está plagada de edificios monumentales dentro de una muralla por donde se puede pasear en muchas de sus zonas. Tiene un Parador que es la reconstrucción de un Castillo del siglo XIV al que se puede subir a sus muros y a su torre. Resumiendo: tiene todo lo que podría hacer de ella un gran destino turístico... pero también tiene coches, muchos coches. Demasiados. Su centro es grande, supongo que por eso es difícil impedir el tráfico. Tampoco es que queremos dificultar la movilidad de sus habitantes pero tiene que haber un punto intermedio y que no todo sea transitable, calles empedradas sin aceras no pueden ser vías de doble sentido y no todo debería ser un parking como la Plaza Mayor que pierde su encanto al convertirse en un aparcamiento al aire libre.

Justo en la zona de la Plaza Mayor y alrededores está el mayor número de bares. Fuimos para allá después de haber leído que su tapeo era tipo al de Valladolid, pinchos currados, de pago. Pero nada más lejos de la realidad. Aunque algunos locales salvan el tipo con honra otros tienen pinchos simples, fríos o recalentados.

Entre los que merecen la pena:
- La Artesa. Tapas a 1,10€. con mucha variedad para elegir y el pincho más original (y premiado) de la ciudad: el Pocholo, servido en un cuenco con forma de bellota. Tenía dentro farinato, huevo y bechamel. El farinato es embutido típico de la zona que ya habíamos probado en Salamanca, se toma frito y está hecho de grasa de cerdo, harina y pimentón. También tomamos una vieira y un par de croquetones. Todo con la bebida por 6,7€. Es de los mejores, al menos están haciendo pinchos continuamente. Además sirven mostos como los de antes, pequeñitos, abren la botella de litro y te ponen un minivasito; ideal para niños.


- La Encina Charra: Especializado en embutidos evidentemente también fue una elección. Pedimos un plato de jamón maravilloso. Duró un visto y no visto, en cuanto llegó a la mesa desapareció como por arte de magia. La ración de jamón a 18 euros.

- El Sanatorio: también en la Plaza Mayor, es un templo del toro. Los toros son típicos en el carnaval de Ciudad Rodrigo y aquí todo está decorado con fotos taurinas de todas las épocas. El servicio es muy agradable y es un bar donde se está a gusto. No probamos sus tapas porque en la carta tenían platos combinados y uno de ellos está recomendado: Los huevos fritos con patatas y farinato. El mejor que probamos en el viaje. 15 Euros el plato de huevos (5,45€), 2 Coca-Colas, 2 vinos blancos y dos mostos pequeños.

- La Paloma: fuera de la Plaza Mayor pero muy cerquita está este bar que, por gente, es el top de la ciudad, lleno prácticamente a cualquier hora. Si quieres mesa para comer de carta es conveniente reservar. Bastantes pinchos en su barra para elegir: 2 farinatos con huevo de cordorníz, dos pinchos de jamón y 3 refrescos por 7,5€

El último que visitamos fue, sin duda, el peor: El Rincón de Tomás. También en una calle aledaña a la Plaza Mayor. Un sábado, a las 9 de la noche, solo tenía pinchos sobrantes de a saber que hora: croquetas y empanadillas que parecía del día anterior. Tomamos un par de cada y el resto que también parecían sobras fue un bocatín de panceta y un pincho de farinato con huevo duro. Con dos mostos, dos cervezas y dos vinos 12 euros.

También probamos un restaurante de cocina típica: El Zascandil. Es el más famoso de la ciudad. Con buenas maneras y decoración. El plato estrella en otoño es la seta, te muestran una cesta con distintos tipos para elegir. La carta es algo corta y aunque tienen algunas recomendaciones fuera de carta te quedas un poco con la sensación de que faltan cosas. Empieza la comida con un pan excepcional y con una bandeja con distintos tipos de sal (negras, rosa, roja, etc.).

Pedimos una tosta de jamón con foie y boletus adulis, muy buena.

Bacalao a la brasa, fresco y medio crudo, estaba ideal para comer con las sales o con la salsa que venía a parte.

Para terminar un Buey Cebón de morucha donde, tal y como nos pasó en La Alberca, la carne es algo dura con lo cual se nos hizo algo caro el plato vs su calidad.

La carta de postres es genial, una caja que se abre y tiene mucho donde elegir nos decantamos por una esfera de chocolate, con helado y peta-zetas.

El precio 85€ con dos vinos, agua y un café. La verdad es que si tu visita a la Ciudad es corta no te recomendamos probarlo, no se come mal pero no tiene una carta tan típica de la zona como para que merezca la pena.

jueves, 12 de diciembre de 2019

Treze: cocina de mercado, no hay más

Con ese lema tan simple se presentó Treze hace 5 años en su primera ubicación en General Pardiñas. Hace un año, y para ganar espacio se trasladó, aunque poco, pasó del 36 al 34 de la misma calle, mejorando mucho en la comodidad de sus dos zonas, barra y restaurante.

En el restaurante se observa cierto lujo en las preparaciones de los chefs Saúl Sanz y Elena Ursu, pareja dentro y fuera de los fogones. La carta, corta, sencilla y cambiante, ofrece guisos y caza suave: mollejas. codoniz, jabalí escabechado entre los entrantes. Albóndigas de conejo, pato o vaca madurada entre los segundos. Menú degustación por 40 euros y menú del día, solo entre semana, por unos 15€.

La barra, ideal para comer, picar o tomar el vermú fue la zona donde escogimos sentarnos. Mesas altas y servicio impecable para esta carta tan apetitosa:

Con estas opciones nos costó decidir. Había un plato que teníamos claro: Ensaladillas, Elena vs Saúl. Dos platos en uno, dos ensaladillas, de las que no te dicen de quién es cada una hasta que opinas cual es la que más te ha gustado. Una de las dos es más clásica, la otra tiene un toque a las preparaciones alemanas... no te diremos quién ganó ni quién preparó nuestra favorita. Pásate por allí y decide por ti mismo.

Continuamos con una coca de espárrago triguero, alcachofa crujiente y velo de ibérico. ¿Simple? si, mucho. Los espárragos, con un toque duro, no pegan demasiado con una toste pero el resto, al ser la materia prima de mucha calidad, hacía mejorar el gusto del plato.

Tercera cata: el torrezno, exquisito. La preparación al mejor estilo soriano.

De complemento Mix de patatas con salsa bravioli. No era el mejor plato de la carta, sin desmerecer pero como tampoco aportaban demasiado la ración acababa cansando.

La última petición fue el "Bun de rabo de ternera, aguacate, mole y aromas". El aguacate a penas se notaba, el sabor del rabo y los aromas lo daban todo. Otorgando un frescor al bocado que era la gloria.

Terminamos la comida con un "Tarro DulZe" de mouse de chocolate y Oreo. Quizá poco sabor para terminar una comida tan honesta.

Excepto el Bun que pedimos una ración (dos baos), el resto son medias raciones. Uno de los mejores inventos de los gastrobares. La cuenta, con un par de cokes, agua, pan y un café fue de 45€ para dos personas. En el precio medio normal de este tipo de locales que es una buena opción si estás por la zona.

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