domingo, 24 de marzo de 2013

El Club Allard: Dos estrellas más que merecidas

NOTA: Diego Guerrero dejó la dirección gastronómica del Club Allard en Octubre de 2.013. Esta crónica es anterior a su marcha. El lugar quedó bajo la batuta de María Marte y en la Guía Michelín de 2.014 conservó las 2 estrellas y Diego Guerrero ha abierto un local propio en la capital DStage.

El Club Allard, con Diego Guerrero al frente, pertenece al selecto grupo de los grandes Estrellas Michelín de Madrid, junto con el Diverxo, La Terraza del Casino, Sergi Arola Gastro, SantCeloni y Ramón Freixá

Se trata de un local clásico, situado en la confluencia de las calles Ferraz y Bailén, en un edificio histórico, en cuya cúpula se inspira el logo del restaurante. Se abrió al público en 2007 y, desde entonces, ha tenido una evolución meteórica hasta ser considerado uno de los mejores restaurantes de España... y podemos dar fé de que así es.

Lo primero que nos sorprende es que, dependiendo de por dónde entres (si vienes desde Plaza de España, verás las ventanas del restaurante, pero si vienes desde Ferraz, no verás nada), en el portal no hay ninguna referencia al restaurante hasta que miras los telefonillos y ahí se indica discretamente el sitio donde hemos reservado... así que entramos decididos y a la derecha, tras subir unos escalones, nos encontramos la puerta abierta a un espacio elegante, dividido en tres salas con capacidad para unos 45 comensales y de "ambiente selecto" como ellos mismos se definen en su página web. Marcando las diferencias, por el tamaño y lo señorial del edificio, nos recuerda al estilo de la Terraza del Casino. Empezamos bien :) Se aprecia además un olor curioso, raro para un restaurante. ¿Incienso tal vez?

Nos sentamos y nos encontramos una mesa sobria, con una tarjeta para cada uno con el texto "Bienvenido a la Revolución Silenciosa", las copas y una servilleta. Nos ofrecen un aperitivo y optamos por un par de verdejos (Naia). Nos traen las cartas y junto con ellas, un platito de crema de cacahuete... ¡para mojar las tarjetas que son comestibles!

La carta es muy sencilla. Para mantener la calidad de sus productos, han decidido quitar los platos y ofrecer tres modelos de menús:
  • Encuentro: 2 snacks, 2 entradas, 1 pescado, 1 carne, 1 prepostre, 2 postres, café, té y petit fours por 86 €.
  • Seducción: 3 snacks, 3 entradas, 1 pescado, 1 carne, 1 prepostre, 2 postres, café, té y petit fours por 98 €.
  • Revolución: 3 snacks, 4 entradas y el resto igual que los anteriores por 115 €.
En vista de la pequeña diferencia entre el menú Seducción y Revolución, tuvimos un atisbo de duda, pero finalmente, como casi siempre en estos casos, optamos por el menú largo. Ya que estamos allí, vamos a probar el mayor número de platos posible.

La carta de vinos es muy extensa y nos decidimos por un cava (también como habitualmente) Agustí Torrelló 2007 Gran Reserva. Nos sorprendió la extensa gama no solo de calidades sino también de precios. Nos parecieron más baratos de lo habitual en este tipo de locales.

Y comienza el desfile de platos:
-  Morada: Es un snack que a simple vista no se reconoce lo que es. Como una hoja congelada. Se come de un bocado y consigue 3 sensaciones, una detrás de la otra: Primero frío, luego se aprecia el sabor a pescado (caballa) y por último, sabor a cilantro. Muy conseguido.
- Trufa de caza con foie y setas. Una presentación muy bonita, de una trufa de pichón con serrín de foie y aroma de tomillo, que se aprecia al levantar la copa donde está presentado el plato... ¡Y ya tenemos la solución a lo que olía al entrar!
- Hoja de caviar: caviar en dos texturas: hoja y huevas. Se entolla todo sobre el círculo de papel y se come de uno o dos bocados.
- Papillote de setas y verdura de temporada: Una sopa, presentada en bolsa que te abren en la mesa y se come directamente. Te advierten, eso sí, que la bolsa no se come, jeje.
- Kokotxa de salmón ahumada en caldo corto de azafrán, erizo de mar, aire de coco y banana crab. Muy vistoso porque con la banana simulan un cangrejo... pero creo que fue el plato que me pasó más desapercibido.
- Huevo con pan y panceta sobre crema ligera de patata: Un clásico de la casa y con estos ingredientes, ¡no podía fallar!
- Rejo fungui formis con alioli de wasabi. O lo que es lo mismo, sepionet mezclado con un tipo hongo y tinta que daba una textura peculiar.
- Mero con marinada coreana y con huevas de pez volador, que dan siempre un regusto curioso, al explotar en boca.
- Paletilla de cordero lechal con crumble de Tandoori. A mí que no me gusta demasiado el cordero, me pareció que estaba muy suave. Con dosificar las especias que lo rodeaban, casi podías hacerte un cordero "a tu gusto".
- El prepostre era un "Gintonic de Bloom y fresas". Consistía en un cubilete de hielo y el gintonic estaba dentro. Para comértelo hay que destrozarlo, con la diversión que ello conlleva y, si te gusta el gintonic, te encantará.
- Para terminar, dos postres. El primero, la Pecera. Precioso pero además estaba riquísimo. Con yogur, té, y distintos chocolates consiguen una auténtica obra de arte de lo más sabroso.
- El segundo, un clásico de la casa: Huevo Poché. Como por arte de magia, el chocolate, mango y coco se convierten en un magnífico huevo.
- Y para terminar, los cafés, acompañados con dulces y una presentación estupenda. Un rostro de buda hecho de un producto similar al azúcar y colocado sobre una vasija de la que, al contacto con el hielo seco, sale humo con olor a hierbabuena. Muy zen para terminar una cena magnífica.

Por hacer una ligera crítica, diría que antes de los postres teníamos aún sensación de "poder comer más", eso sí, con los postres, que son bastante contundentes (en especial el huevo), se nos quitó esa sensación.

En definitiva, salimos de allí más que satisfechos por la calidad de la comida y por haber sido sorprendidos como si hubiera sido la primera vez que visitamos un local de este estilo.

viernes, 22 de marzo de 2013

Alicante: tres de tres

Y es que es la tercera vez que pasamos por Alicante y en las tres hemos triunfado gastronómicamente hablando, con las tapas y con sus arroces. Sara, nuestra guía, se encarga siempre de buscarnos un par de sitios de los que sabe que nos gustan. Si la primera visita nos sorprendió con El Barrio, la segunda nos encantó y en esta tercera hemos probado algunos nuevos bares de tapa de lo más recomendables.

En primer lugar nos acercamos a Benalua y la primera parada fue en El jabuguito donde tenían una oferta de plato de jamón con pa amb tomàquet por 4,90€, evidentemente no era jamón soberbio pero sí más que aceptable y la ronda con un vino Marina Alta y dos Coca-Colas salió por 8,90€. Tras esto cambiamos al Víctor Cervecería (San Agatangelo, 37), el mejor bar que probamos en esta visita; adaptado a los nuevos tiempos, se puede tomar desde tapas tradicionales, como ensaladilla o croquetas, a tapas elaboradas, ensaladas, montaditos, arroces, carnes o pescados.  Nosotros nos decantamos por lo moderno y probamos La latita de bacalao (tapa que ganó el primer premio a la mejor tapa de salazones en 2.011) y cuya receta es Bacalao Confitado a 65º en Aceite de Romero, sus Huevas Prensada y Foie Gras Asados, Vizcaína, Pil Pil, Alioli de Olivas Negras y Tapenade... una delicia. También probamos el Tataki de atún, estaba algo cocinado y rebozado en sésamo, pero también riquísimo, unas croquetas clásicas... y malas. Y un Milhoja de pato confitado y queso de cabra. Todo ellos con 2 vinos y una caña por 27 euros.



De ahí a la Plaza de los Luceros, a la Bodega La Andaluza donde, no se si por la hora (7 de la tarde) o porque, pero ni había que comer, ni había nadie ni nos pusieron tapa... pero al lado justo han abierto un bar que si que hay que visitar: Chaflán. Un bar de tapas y pinchos donde un atentísimo servicio se encarga de ofrecerte su variada oferta que va desde bogavante hasta hamburguesas de colores. Nosotros pedimos una copa de verdejo, con dos Coca-Colas, una de pulpo delicioso y tapa de gambas por 15,20 euros.

Y por la noche en la zona de la calle San Francisco, una calle estupenda para el tapeo, visitamos El Llagostí. No nos dijo mucho, tienen oferta cañi-tapa, pero a nosotros nos tocó de queso. La carta de raciones era corta y poco original: tostas y la tapa de moda "mini-hamburguesas"; lo único que llamaba la atención eran las raciones de langostinos. Volvimos en una segunda ocasión, esta vez a tapear, a probar esos langostinos pelados que no estaban mal y era apañados de precio (10,90) y una tosta de jamón (7,90€)

Cerca de ahí visitamos Los mejillones de correos, evidentemente especializado en mejillones, donde tomamos una ración de los mismos, muy ricos, bravas, lacón y tapas, muchas tapas. Como pedimos varias rondas todas vinieron con su tapa de salchichas, tortilla, etc. Unas personas del lugar dijeron que el bar ya no es lo que era pero a nosotros nos gustó, los camaremos nos trataron muy bien y aunque perdimos la cuenta de los vinos y las cañas no fue caro.

Entre tapeo y tapeo también paramos a comer un arroz, esta vez a El Pescador, en el puerto. El menú, el de siempre que vamos para allá: coquinas, sepia y arroz a banda. Todo buenísimo aunque las coquinas y la sepia tenían la misma salsa y sabían igual; el arroz impresionante, en esta ciudad le tienen cogido el punto al arroz a banda y lo hacen de maravilla. Todo esto regado con un verdejo Bitácora muy apañado de precio (12euros) por 69 euros para tres (10 euros la ración de arroz).

En definitiva: en Alicante hemos vuelto a comer y a tapear de maravilla.

martes, 12 de marzo de 2013

Cocidito madrileño VI: Taberna Oliveros

La búsqueda del mejor cocido de Madrid la iniciamos hace varios años, antes incluso de tener el blog. El primer sitio al que fuimos fue aquí, a la Taberna Oliveros. Es un local de los que nos gusta llamar "de toda la vida" (sus inicios datan de 1857), situado en la calle San Millán, junto al Rastro, así que, como casi todos los locales de la zona, los domingos es complicado encontrar sitio.

Aquella primera vez la recordábamos muy bien, pero no podríamos dar más detalles. En esta segunda incursión, nos quisimos fijar un poco más.

Yo destacaría, por encima de todo, lo acogedor del local. Es una auténtica taberna, con poco espacio entre las mesas y tabernero muy atento (sacó unas galletitas para el niño y al postre, una piruleta). Nos recomendó el vino de la casa (Rafael Salgado - Crianza 2006), muy digno, aunque se le olvidó el pan. Al final, lo sacó tarde y estaba un poco más horneado de lo debido.

Mientras esperábamos, unas aceitunas y unas tapitas. Estupendo, porque aunque en Madrid sea típica la tapa, una vez sentados en la mesa, hay que valorar el detalle.

El cocido un poco peor de lo que recordábamos. La sopa estaba rica, con guindillas para acompañarla, aunque a nuestro parecer, sabía demasiado a verdura. El garbanzo era grande (esta ruta del cocido nos está enseñando a apreciar especialmente los cocidos con garbanzo pequeñito), el chorizo y la morcilla normalitas y la carne y la zanahoria muy buenas.



El precio del cocido es de 18 euros y, en resumen, no será el mejor que hemos comido, pero aún así, el local nos encanta, su barra clásica es ideal para tomar un vermú, la carta es variada, con guiños a la cocina asturiana y el servicio inmejorable. Si es un restaurante centenario ¿por algo será?

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