lunes, 27 de febrero de 2012

Dómine Cabra: un ejemplo de mal comer

ACTUALIZACIÓN: Este restaurante salió en "Pesadilla en la cocina de Alberto Chicote" y tras la emisión mucha gente nos pregunta si sigue abierto y la respuesta es: lo estuvo. Acortaron el nombre a DC y siguió siendo de los mismos dueños. Mantuvieron la decoración nueva que hizo el programa pero la carta no, ni era la anterior ni la que les preparó Chicote. Pusieron nuevos los camareros y chef. Pero no duraron ni un año, al poco de morir Fernando, el dueño, los hijos tuvieron que vender el negocio y este cerró. Esta entrada describe como era el lugar antes de la visita de Chicote; si quieres leer la crítica de nuestra visita tras salir en televisión puedes hacerlo aquí.

Casi nunca escribimos aquí para criticar un restaurante pero de este sitio salimos tan, primero, alucinados y, luego, decepcionados que no podíamos pasarlo por alto.

Últimamente se está extendiendo mucho el pijirestaurante. Son esos locales, minimalistas, con cartas cortas y platos cuadrados en los que, solo por eso, te cascan alegremente 15 euros por unos huevos rotos o unas croquetas. En Madrid son típicos de la zona del Viaducto, La Latina y Chueca. En Barcelona puedes encontrarlos por el Borne. Son los gafapasta de la gastronomía.

Dómine Cabra (en la calle Huertas una zona de marcha de la capital) es un poco de este estilo, no al 100%, ya que sus precios son baratos para el lugar y la decoración es más tradicional, con manteles de tela raídos incluido. Pero si por su estilo de carta.

Una opción para comer son sus menús, por 19 euros, con estos platos:
Berenjenas al horno con crema de gambas y jamón
Pudin de cabracho con mahonesa
Ensalada de espárragos verdes, mozzarela y jamón de pato
Queso provolone al horno con orégano
Magret de pato a la plancha con compota de manzana
Hamburguesa de ternera con foie de pato y cebolla caramelizada
Bacalao fresco confitado con setas silvestres
Mero a la bilbaína
Espuma de café fría al ron añejo
Sorbete de fresón
Tarta casera de queso

Como fuimos muchos pudimos catar casi todos los platos, excepto los pescados. Ninguno pasaba de mediocre. Por ejemplo el magret tenía una salsa rara, que estropeaba el plato, y la hamburguesa estaba malísima. Fuera de menú probamos las albóndigas con pasta, normalitas, o la entraña argentina, directamente para tirar a la basura.

También pedimos raciones, las típicas españolas a las que intentan dar un toque personal y moderno sirviéndolas en un plato cuadrado pero que eran decepcionantes: huevos rotos insustanciales, patatas con pimientos de padrón que no aportaban nada nuevo o lo mejor del día: virutas de foie. De flipar. Señores, si se coge una lata redonda de paté barato y se parte en rodajas no salen virutas. Ved la foto y opinad sobre el tamaño de estas “virutas”.


La carta de vinos se componía principalmente de valores seguros. De Rioja Ardanza, Alcorta, Cune, Azpilicueta y alguno más. De Ribera Protos, Pesquera, Yllera y de Somontano Enate. Una delicia para ese amigo que todos tenemos (si ese, el pesado que ha hecho un curso de catas y conoce justamente y solamente estos) pero con poca innovación y riesgo.

Del servicio mejor no hablar. Los camareros no daban ni una. Pero bueno, visto que lo peor del sitio es lo pésimo de la comida, les vamos a perdonar la crítica.

Resumiendo, no nos mataron de hambre como el licenciado Cabra a los protagonistas del Buscón de Quevedo pero si que ha sido de los peores sitios en los que hemos comido últimamente.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Cocidito madrileño V: Lhardy

Seguimos con nuestro periplo en busca del mejor cocido de Madrid y nos acercamos en esta ocasión al mítico y famoso Lhardy, ubicado en la Carrera de San Jerónimo, junto a la Puerta del Sol y reconocido por su caldo y su cocido. Habíamos estado cenando anteriormente y habíamos optado por comer de carta (una ensalada de langosta y un "solomillo a la brosche" que, pese a hacer unos 6 años que fuimos, aún hoy nos hacen salivar cada vez que los recordamos...).

También habíamos probado su catering pero esta vez fuimos a lo tradicional, a por el cocido. El escenario, como no podía ser de otra manera, seguía siendo igual de clásico, por llamarlo de alguna manera. Las platas y ornamentos crean un escenario de rancio abolengo que difícilmente se puede encontrar en otros sitios de Madrid.

Al sentarnos, nos ofrecen un aperitivo, con unas aceitunas, mantequilla, pan y aceite exquisito, eso sí, cobrado de sobra en la cuenta final (4€ por persona). Aparte un riquísimo vermú de fabricación propia: Martinez Lacuesta, la misma etiqueta que el vino, un Rioja crianza del 2.007... y empezamos con la sopa. Viene en sopera, pero nos la sirven en el plato, sin haber opción a repetir. Además de los fideos habituales, viene con trocitos de carne y gallina, como si se tratara de un consomé. Un toque que la espesa y a la vez le da sabor. Muy muy rica.


Seguimos con los garbanzos, que también nos sirven junto con el resto de acompañamientos, con lo cual, el plato rebosa, pero no hay opción a comer de más.

Los garbanzos son grandes, un poco harinosos y sosos, muy sosos. Y no parecía que fuéramos los únicos que los encontraban así: pudimos ver cómo las dos mesas de al lado, tiraban de salero antes de hincarles el diente.

El acompañamiento estaba compuesto por un ridículo trozo de zanahoria, una patata, chorizo y morcilla de cebolla bastante normalitos, un trozo de hueso con su tuétano, gallina y una carne que no acertamos a descubrir, muy secas las dos. La verdura y el tocino estaban muy ricos y como diferencia respecto a los cocidos habituales, en lugar de bola, había una especie de fiambre, muy rico, una longaniza blanca que a nuestro parecer, no pegaba demasiado y unos tacos de jamón ligeramente salados, que compensaban así la sosez de los garbanzos.

En líneas generales, recomendamos este restaurante para comer de carta, pero no para optar por el cocido. Tiene un precio muy caro (35€ por plato) para una calidad mejorable en varios sitios de Madrid.

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