jueves, 12 de julio de 2018

Kabuki - Sushi con estrella

La primera vez que probé el sushi fue un maki (roll de pescado con arroz y envuelto en un alga) y recuerdo que se me hizo bola. Me resultó desagradable y estuve mucho tiempo diciendo que no me gustaba el sushi. Hasta que un día, gracias a este blog, tuve la oportunidad de ir a una masterclass de Ricardo Sanz (chef de Kabuki) y ahí probé una amplia variedad de cortes y pescados crudos y descubrí que no tenía ningún problema con el sushi.

Nunca nos habíamos planteado en firme la visita a Kabuki, pero casi improvisando, un día entre semana que teníamos libre, decidimos ir a visitar el Kabuki del Hotel Wellington (en Madrid esta el Kabuki original y el del Wellington, y hay otro en Tenerife y otro en Málaga) en horario de comida. No nos costó mucho reservar y de hecho el comedor no se llegó a llenar. Un comedor oscuro, con líneas muy sencillas y con poca decoración. Estilo japonés sobrio.

Nos llamó la atención el resto de mesas. Aparte de comidas de trabajo, parecía que había mucha clientela habitual, a quienes los camareros conocían e incluso les apuntaban "lo de siempre".

Nos entregaron la carta. Amplia, amplísima, con gran variedad de sushis y sashimis, donde no éramos capaces de calcular si iba a ser poco, mucho o regular, así que, decidimos optar por un menú degustación: ocho platos, postre y café o té, según la carta, pero que finalmente fueron, incluyendo los entrantes, trece platos y el postre. Eran prácticamente todos sushi o productos del mar, pescado crudo de distintos tipos con diferentes aderezos, inspirados en la gastronomía mediterránea. Hacía que el menú pese a su estética similar en todos los platos, gustativamente, variara notablemente entre unos y otros.

Entrantes:

- Sorbete de vermut con mejillón: un bocadito para ir abriendo el apetito

- Jardín Kabuki: Niguiri de pimiento, shitake y berenjena: Trozos ricos pero un poco excesivos de tamaño.

- Mar Kabuki: Vieiras, huevas, gambas de huelva, navajas y sardinas en espeto con piel de atún: degustación de mariscos, bien presentados y bien ricos

- Usukuri de dorada a la vinagreta

- Mujol al mojo verde con papas canarias: buena combinación poco habitual con un pescado crudo

- Usukuri de toro - versión del pantumaca: Como debe de ser un pantumaca, con pan, aceite y tomate. Aderezando una ventresca de atún exquisita

- Tataki murciano: ¿Japón y la huerta murciana en un mismo plato? Sí, y funciona!

- Huevo roto con atún picante (nuestra versión del huevo roto): El huevo, como siempre, que no falla, combinado con lo que sea

- Langostino rebozado en copos de maíz con komcatchup: Crujiente por fuera y tierno por dentro. Muy bueno.

- Niguiri de toro con azúcar flambeado y niguiri de mojito: presentados en un mismo plato. El flambeado mejor que el mojito

- Trilogía de niguiris: tres niguiris peculiares de pez mantequilla, de carne de waygu que resultaba un poco mazacote y un de huevo de codorniz con trufa riquísimo.

- Rabo de buey waygu: Después de tanto pescado, una carnaza nunca viene mal. Estaba tan bueno, que casi no llegamos a la foto ;)

- Gelatina de yuzu con crema de chocolate blanco: Combinación de sabores diferente a los postres habituales, pero la verdad es que pegaban bien.

La comida fue fabulosa, de sabores, combinaciones y cantidad. El precio, unos 120 € por persona, con un aperitivo al llegar y una botella de cava.

Si crees que no te gusta el sushi, sin duda, este es tu sitio para comprobar que no es cierto.

miércoles, 4 de julio de 2018

Capón: Cocina Chifa y Nikkey por el Chef Jhosef Arias

¡¡¡ CERRADO TEMPORALMENTE !!!

Jhosef Arias es un chef peruano que comenzó su andadura en Madrid hace un par de años con el Restaurante Piscomar. Este local de cocina de Perú fue adquiriendo, poco a poco, bastante fama por lo que al final se trasladó más al centro. Y donde se encontraba Piscomar nació Capón. Del mismo chef pero con unos platos que apuntan más hacía la cocina nikkei (mezcla de cocina japonesa y peruana) y chifa (la fusión de la cocina china adaptada a los platos peruanos). El restaurante se encuentra en un local pequeño, de barrio, en la zona de Acacias/Puerta de Toledo.

Pocas mesas gestionadas por un servicio algo caótico. Lo hemos visitado un par de veces, y en ambas la misma lentitud. En la segunda pudimos apreciar que el problema estaba en cocina y en que los platos salían tarde, el servicio (muy amable en esta ocasión) nos lo explicó y se deshizo en disculpas. La más rara fue la primera visita en la cual, antes de ir a comer, nos llamaron para decirnos que tenían el local completo con muchas mesas grandes y que lo mejor era pedir menú. Cuando les trasladé mi duda sobre el menú al ir con varios pequeños la respuesta fue: pues entonces no pidan muchos platos variados porque tardarán en comer. Al final quedamos en que lo decidiríamos cuando llegáramos pero no hubo opción, nadie nos ofreció el menú.

Ya que no hubo dudas nos fuimos a por la carta, corta pero apetecible. Compuesta de entrantes como baos, dumplings o alitas, Sopas, una sección Japo-Perú con sushis de cocina peruana (por ejemplo un nigiri de lomo y salsa anticuchera), tallarines, arroces y la sección Cantonesa-Peruana con pollos y terneras. Por hacerles caso y no pedir muchos platos nos centramos en los más llamativos de cada sección y pedimos un par de cada una:
- Baos: había tres tipos Po (cerdo con salsa de ostras), Chi (pollo con albahaca) y Lan (langostinos con salsa de Kinchi). Una verdadera delicia, quizá el más flojo sea el de langostino pero los otros dos son para chuparse los dedos.
 

- Salvaje Leo: un arroz con pollo, cerdo, langostinos y tirabeques. Merece la pena.

- De la parte Japo pedimos "Acebichado" unos makis de aguacate con leche de tigre y aji amarillo. No está malo pero puedes vivir sin probarlo. Tiene dentro un toque de queso tipo Philadelphia que no procede en un trozo de sushi.

Y por la parte Cantonesa:
- Saltao: Ternera con patata y cebolla

- Tipakay: pollo con salsa agridulce. Una preparación mucho más sabrosa que la habitual de los restaurantes chinos

Este último plato llegó cuando ya nos habían quitado los cubiertos, los platos y tomado nota del postre. En un momento en el que nos estábamos preguntando porque nos habían llamado para decirnos que no pidiéramos variado cuando solo había una mesa con 4 comensales y otra con 3, además de nosotros, en todo el local.

Para los postres, cuatro opciones a 5,5€ cada una: Pie de limón, Mango-Matcha, Cremoso de Maracuyá y CheeseCake. Nos decantamos por las dos primeras opciones, pensábamos que el Mango-Matcha, con cacao, sería una delicia pero era bastante insulso (el té Matcha es así).

Sin embargo el Pie de limón estaba realmente rico. Preparado con galleta, lima y oporto era un postre de los que te endulzan el final de la comida.

La cuenta, con dos cafés, dos Cokes, un Aquarius, dos cervezas, dos aguas y dos Cusqueñas (cerveza peruana 3€) fue de 156€. No parece un precio muy alto, teniendo presente que éramos 5 adultos y 3 niños, por lo que el precio medio es de 20€ pero aún así había platos algo caros como el arroz que costaba 15€ y otros algo pequeños. En El Tenedor se puede reservar con descuento pero solo si el número de comensales es más reducido.

En la segunda visita la comida nos supo mejor aún, el servicio también y salimos con ganas de volver. En esta ocasión éramos dos que tomamos un Arroz Jorge Chavez compuesto de fideos, arroz, pollo, tortilla, canela China y sésamo. También un Anticuchero, una maravilla de nigiri de lomo con chimichurri y salsa anticuchera. Por ultimo un Chi-jaukay, un plato Cantonés – Peruano de pollo con salsa chifera y cebolla China... delicioso!. El precio medio de cada plato es de 15 euros y la cuenta, con un Mango Matcha de postre, café, un refresco y un par de aguas se quedó en 57€.

Eliminado los detalles del servicio, que no era malo sino aturullado, el sitio merece la pena. Tiene platos curiosos y, lo más importante, con mucho sabor y originalidad. No se si es el mejor restaurante del Chef Arias, quizá sea mejor probar su cocina más genuina y sus cebiches en Piscomar o en su nuevo local de Vallecas: Callao24. Pero aún así, si vas a Capón, no te arrepentirás.

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