Hamburguesas XXXVI: SAGÀS Farmers, Cooks & Co

CERRADO

Sagás es un pueblecito catalán de poco más de '100 habitantes que da nombre a estos locales que buscan vender la imagen de producto de cercanía, de la tierra a la mesa. Es el pueblo donde la familia del chef, Oriol Rovira (estrella Michelín en El Casals), tiene sus cultivos. El concepto es más simple: bocatas, cocina para comer con las manos y más complejo: internacional, bocatas de calamares, de butifarra, baos, bahn vietnamita y hamburguesa americana (el objetivo de nuestra visita).

Hay dos locales, uno en el Born de Barcelona y el que visitamos nosotros, el del Matadero de Madrid, una de las zonas de tendencia de la capital. Ubicado en la Nave 12, justo al lado de la Plaza, tiene una terraza, rincones para tomar café, mesas altas para tapear y una zona de mesas para comer. Un local precioso.

La carta es simple. Aclarar que este no es un local de hamburguesas, solo hay dos en carta: Clásica o chili con chipotle . El resto son bocatas de lo más variado y separadas por tipos: de cerdo (butifarra, bacon, jamón), de ternera, calamares o "Del mundo" donde encontrarás Baguette de pollo al curry, Baos de panceta confitada y salsa hoisin, bruscheta de sardinas o bahn vietnamita. Además hay acompañantes como patatas, croquetas o ensaladas y de lunes a viernes platos de cuchara.

La hamburguesa que probamos fue la Classic, con bovino gallego, tomate, pepino, cebolla y pan artesano. Lo mejor es el pan, perfecto crujiente pero con un fallo, era pan normal con tanto sabor que mataba el sabor de la hamburguesa. Quizá por tanto sabor del pan, por pedirla sin queso o porque la carne, a pesar de ser buena y estar perfecta de punto, estaba sosa pero el conjunto no destacaba. Le faltaba Rock&Roll.

Más sabor tenía otro de los platos que pedimos, el Bahn, un bocadillo originario de Vietnam donde se pone dentro del pan encurtidos de zanahoria, cebollas y cilantro. En este caso lleva nabo, zanahoria, jenjibre, cilantro, salsa sriracha, pasta de cacahuete y porchetta de cerdo. Todo servido en un pan artesano divino. Una explosión de sabores al morder, frescor, carne y un toque picante, todo junto, en una gran combinación.

Lo acompañamos con unas croquetas (buenas) y unas patatas (malas, del tipo con piel pero grandes y duras) y para los niños un perrito servido con cebolla, cebolla frita y queso que te lo ponen a parte para que te lo montes tu mismo.

Decir que este sitio se puede considerar un local "para comer con niños". No porque tenga nada concreto específico para niños pero la carta es fácil, todo se puede compartir y el local es amplio, muy amplio, ya que tiene la zona de escenario, la de grada y unos laterales donde los niños pueden estar mientras los padres toman algo tranquilamente. Quizá demasiado tranquilamente. Si no te gusta los niños molestos mejor que no comas aquí. Es tan poco recogido que la gente se relaja demasiado y prometo que nunca vi niños tan mal educados, o padres tan pasotas, como aquí. No solo estaban corriendo entre las mesas, había uno con un patinete, otro jugando al fútbol, otro tirando lámparas al suelo y haciéndolas rodar... angelitos... de padres. Digo.

El servicio, aunque se despista, es bueno y servicial. La carta tardó en llegar y las salsas las tuvimos que robar de la mesa de al lado pero el resto bien.

Quitando el perrito que costaba 8 euros y era caro para como estaba, la carta no es excesiva. La hamburguesa y los bocatas 12 euros y eran lo más caros. La horquilla va de 7 a 12 euros por bocata y nuestra comanda total, con dos Coca-Colas, un agua, un café y de poste (a 5€) un pan con chocolate aceite y sal salió por 56 euros

En resumen, un bonito y original sitio que no está mal para una visita al Matadero. No es un sitio de hamburguesas pero no saldrás descontento.

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