domingo, 24 de junio de 2012

Gorria: un lujo en Barcelona

A menudo mis compañeros me preguntan porque, habiendo vivido en Barcelona y en Tarragona, nunca he escrito nada de Cataluña. La razón es sencilla, de aquellas no tenía blog. Pero debo darles la razón, faltan entradas de una zona donde se come de maravilla y que tiene un alto número de restaurantes con estrellas michelín (y hasta hace poco el mejor restaurante del mundo). Barcelona, al igual que Madrid, es una ciudad con altibajos gastronómicos. Sitios de lo mejorcito se mezclan con mediocres restaurantes modernos y, además, no tiene excesiva tradición de tapeo aunque si goza de buenos restaurantes y entre ellos uno de mis lugares favoritos: Gorria.

El local tiene dos plantas, la superior, con una barra, decoración clásica y las típicas fotos de famosos puede dar a entender que es un sitio de guiris al estilo Asador Donostiarra pero luego, al bajar al comedor, no tiene nada que ver. Un salón acogedor, atendido por camareros profesionales, de trato cercano, invita a un homenaje gastronómico. Era la tercera vez que lo visitaba y siempre por la gorra, gracias a una apuesta futbolística que se mantiene desde hace años con dos grandes amigos (debo decir que nunca he creído el tópico del tacaño catalán pero desde luego, Álex y José, no solo demuestran que es falso sino que de ser algo, es lo contrario)

Para no perder las costumbres pedimos, para cuatro, lo mismo que las dos veces anteriores:
- Dos raciones de jamón. Con pan con tomate. Algo pequeñas para su precio pero un jamón muy bueno, bien cortado y de exquisito sabor.

- Pochas de Sangüesa, para mi, las mejores pochas que he comido en mi vida y un plato que, solo él, justifica la visita a este restaurante.

- Kokotxas en salsa verde.
- Rabo de toro estofado, tierno pero con mucho sabor. Otro top de este sitio que no hay que dejar de probar.
- Chuletón Vera Bidasoa. El plato estrella, aunque esto es difícil decir después de los anteriores. Un par de chuletones de un kilo, con la carne poco hecha, roja pero sin llegar a sangrar. Muy bien preparada y, a riesgo de parecer repetitivo, también de la mejor que he comido nunca. Se habla mucho de los asados argentinos pero nuestros chuletones no les desmerecen en absoluto.

La comida la aderezamos con un par de botellas de Ribera del Duero. No tomamos postres y pasamos directamente al patxarán, casero, dulzón pero algo fuerte. Luego salimos a la terraza donde un personal amabilísimo nos aguantó a base de Gin Tonics hasta altas horas.

Al ser una invitación desconozco el precio total, más teniendo en cuenta que nos fuimos sin saber cuantas copas nos habíamos bebido; pero la comida, con el vino y sin postre rondó los 75 euros por comensal. Algo nada desorbitado para la calidad que tiene.

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domingo, 3 de junio de 2012

Unos míticos en Madrid II: Mesón Txistu

Una vez pasadas las preocupaciones por la toxoplasmosis, decidimos ir a darnos un homenaje al Mesón Txistu. Íbamos con la idea de que sería igual que el Asador Donostiarra, ya que de hecho la dirección del local es la misma, pero esto no nos echó para atrás porque aunque Andy lo conocía, yo no había estado.

El local es acogedor, con decoración de mesón, con paredes de piedra vista y vigas de madera, con el toque turístico de fotos en las paredes de las numerosas celebridades que van pasando por el restaurante: desde Jesulín de Ubrique y Belén Esteban hasta los futbolistas Villa y Reina con la Copa del Mundo, pasando por los Beckham y Tom Cruise, nos acompañaron en la comida.

La carta es igual a la del Asador Donostiarra (jamón, habitas, pimientos, merluza, bacalao, carnes...). Nuestro objetivo era claro: jamón y carne a la piedra para poder comer casi cruda.

Al sentarnos, nos pusieron unos entrantes, compuestos de txistorra y aceitunas, que nos incluyeron en la cuenta a 2,90 € por persona. La ración de jamón no era presentable. Pese a cobrar el plato a 26,50, venía cortado a máquina. No era del todo malo, tampoco para tirar cohetes, pero en un local con este prestigio no se puede sacar un plato de jamón cortado a máquina...

De plato principal pedimos el Chuletón Txistu, que es el Chuletón especial para 2 personas. Lo sirven troceado, crudo y lo presentan junto con un plato caliente que van cambiando regularmente para que siga estando a la temperatura adecuada y sobre el que te lo vas cocinando. Lo acompaña también un plato de patatas panaderas. Durante la comida el servicio estuvo muy pendiente de cambiarnos frecuentemente el plato. Aún así, se hace un poco pesado, tanto trajín con el plato, ya que según te lo traen, para aprovechar el calor tienes que echar rápido la carne, lo que provoca que a veces se acumule la carne o, si estás conversando, que se te pase del punto deseado. Eso sí, la carne estaba exquisita.

De postre, un milhojas de frambuesa, rico rico y sobre el que no hay nada que objetar. Con los cafés, acompañan unas tejas con nueces dulces, bombones, sorbete de limón al cava y un licor.

La cuenta final salió por 126€. Caro, para una comida con jamón cortado a máquina, sin más vino que una copa y un solo postre.

Al final de la comida el servicio se ralentizó mucho, ya que desaparecieron casi todos los camareros y tuvimos que esperar por la cuenta 30 minutos desde que la pedimos por primera vez y tras reclamarla 2 veces mas.

En resumen, un local decepcionante, con mas fama que calidad.

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